HISTORIA

 

 

 Parece indudable la vinculación de los orígenes del Monasterio de Poyo con las fundaciones de San Fructuoso o de sus discípulos en Galicia durante el siglo VII. No se puede afirmar con certeza la fecha de su fundación pero se tienen referencias concretas de su existencia bajo la regla de San Benito, en el año 942.                                                                    

 

 

Sufre, el monasterio, los avatares propios de las invasiones e inseguridad política, y posteriormente se traslada a su actual ubicación desde el lugar de San Martin ateniéndonos  a lo afirmado por el padre Sarmiento en 1745. Su  reconstrucción, en tiempos de Bermudo III, siglo XI, se hizo en pleno período románico, encontrando reminiscencias de ello en los abundantes restos de capiteles, fustes, molduras, etc.  de traza románica que se encontraron y  conservan, como prueba de la nueva etapa que se abrió para el Monasterio bajo la observancia de la regla benedictina.

Se dice que San Fructuoso y algunos de sus discípulos se retiraron a la isla de Tambo donde fundaron un monasterio eremitorio de pequeñas dimensiones, mencionándose como perteneciente al Monasterio de Poyo ya en 1105. En 1589, la isla fue arrasada por el pirata inglés Drake, salvándose tan solo la imagen, mencionada por el padre Sarmiento, de Nuestra Señora de Gracia, quedando en Combarro, lugar de Xuviño, en  la capilla de la Virgen de la Renda, construida en 1712 para colocar en ella la imagen a la que se venera en la actualidad, de manera especial el  lunes de Pascua y el 8 de septiembre, siendo los monjes de Poyo los que atendían al culto y desempeñaban el oficio de párrocos. En el último cuarto del pasado siglo, sufre, la capilla, un derrumbamiento grave que pone de manifiesto Hipólito de Saa en su libro “El Monasterio de Poyo” en 1985.

  De la importancia y riqueza que llegó a tener el monasterio: foros, rentas, heredades, casas, iglesias y feligresías, privilegios y contratos, dan fe numerosos documentos, mencionando, como ejemplo, tan solo las “Memorias del arzobispado de Santiago”, año 1607, del cardenal Jerónimo del Hoyo.

Debido a los abusos varios, que se sucedían por doquier en las actividades monacales, los monasterios de Galicia pasaron a formar parte de la congregación de San Benito de Valladolid, siendo el de Poyo, el último, en el que se consiguió implantar la reforma solicitada por los reyes don Fernando y doña Isabel al papa Alejandro VI, debido a que conservó una buena observancia y contaba con abades de prestigio como el padre fray Martín de Azpeitia.

Las leyes exclaustradoras de 1835 obligaron al abandono del cenobio por parte de los monjes benedictinos; siendo su dispersión  total y quedando el monasterio en parte como vivienda del párroco, escuela, casa consistorial y otros usos; poco a poco fueron apareciendo en el conjunto histórico, las huellas de la destrucción. Del abandono en que se encontraba vinieron a rescatarlo, hasta su esplendor actual, los frailes de la Orden de la Merced en 1890 recibiéndolo en compensación de la conversión, del antiguo convento mercedario de Santa María de Conjo de Santiago, en sanatorio siquiátrico.