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EVANGELIO DEL DOMINGO

 

    28 de Abril de 2024

  La Ascensión del Señor - Ciclo B

  San Marcos (16,15-20)

EVANGELIO

 

 

 

 Conclusión del santo evangelio según san Marcos:

 En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.

 Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

 

REFLEXION

 

 

 El Evangelio nos ha dicho: El Señor Jesús, después de hablarles subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Esta expresión: sentarse a la derecha de Dios no hay que tomarla en sentido literal, porque Dios no tiene cuerpo, no tiene derecha ni izquierda; pero era el concepto tomado del Salmo 110: Dijo el Señor a mí Señor, siéntate a mi derecha. Un salmo que canta la realeza del rey de Israel. Para los orientales, para los hebreos, el reinado, la autoridad, era una participación de Dios y el rey como que estaba sentado a la derecha de Dios participando de su realeza.

 Así se explica la expresión de nuestro Credo: Subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre. Quiere decir, ha sido asumido para participar de la autoridad, de la grandeza, de la gloria de Dios. Es un hombre que nació de una mujer pero encarnando una persona divina; y cuando cumplió su misión histórica en la tierra, no sólo lo divino sino lo humano, lo que nació de María, lo que lleva nuestra humanidad, un hombre de carne y hueso como nosotros, ha subido también a hacerse Dios, a participar de lo divino. Cristo es Dios, Cristo es hombre que sentado a la derecha de Dios disfruta todas las prerrogativas de Dios. Y nosotros que hemos sido llevados con Él, hemos recibido también esa vocación de lo divino. Es camino hacia la trascendencia y nos levanta a ver más allá de la historia.

 Nos ha hablado la lectura sagrada de hoy, de la potencia del Espíritu Santo. Dice que Cristo: Movido por el Espíritu... es elevado. El camino de la trascendencia sólo lo puede recorrer la fuerza del espíritu. Es el triunfo de Cristo sobre toda la naturaleza. Un día dijo Cristo: Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré todas las cosas hacia Mí. Y Cristo aparece hoy, en esa plenitud de su destino.


 

 

5 de Mayo de 2024

6ºDomingo de Pascua - Ciclo B

San Juan (15,9-17)

 

EVANGELIO

 

 

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.

 Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.

 

REFLEXION

 

 

 Es dulce a nuestros oídos aquello de “permanecer en el amor”, según la palabra de Cristo en el evangelio de hoy; tal vez no suena tan amable eso otro de “permanecer en los mandamientos”. Y sin embargo, estas dos indicaciones vienen del mismo Cristo y apuntan hacia el mismo cielo.

 El “mandamiento” nos recuerda que nuestra vida tiene una fuente, un origen, y por consiguiente, no brota de su propia voluntad ni tiende sin más hacia su solo deseo. El “amar” nos enseña que hay una compatibilidad fundamental entre nuestro anhelo más íntimo de felicidad y aquello que hemos recibido del Señor Jesús por la fuerza de su gracia y de su sangre.

 Permanecer en el amor y guardar los mandamientos son, pues, dos aspectos complementarios de una misma obra que Cristo ha hecho por nosotros. Vivir en el amor es tender hacia lo más puro, dulce y feliz de nuestro ser y de nuestra sed. Vivir en el mandamiento es afianzarse en lo más firme, fundante y prometedor que pueden recibir nuestros oídos y descubrir nuestra razón. Sólo en la conjunción de ese impulso maravilloso que es amar con ese cauce fiable y profundo que es obedecer se encuentra la plenitud de la vida en Cristo.

 

 

 


 


 

Homilias: F. Nelson

 

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